Yo nunca fui muy de mirar las estrellasen una noche tan bonita como ésta.
No es que no lo haya hecho
pero no las considero tan bonitas.
Tampoco mi romanticismo me dicta lunas,
playas, velas, balcones o tranvías,
(yo siempre fui mas de novelas de caballerías)
ni mañanas en el parque, ni domingos en el cine,
ni canciones en los bares. El caso es que me gusta
cuando me dibujas las rayas de los sombreros.
Y cuando intentas chincharme porque mi equipo palma 3 a 0,
o te ríes de mis sobrenaturales dotes para eso del bricolaje,
y a veces alucinas cuando no me como un bocadillo entero.
Y me encanta cuando me haces sentirme marinero.
Porque yo pienso que hay mujeres
que hacen sentir profesiones a los hombres.
Y hay mujeres que sólo están para cobrar el paro.
Digo yo que habrá algún hombre que se sienta marinero como yo,
aunque todavía no me lo he encontrado en ningún barco.
Habrá otros, sí, y habrá también banqueros, médicos,
bomberos y pintores, y no voy a nombrar todas las profesiones,
pero estoy convencido de que habrá al menos uno por cada una.
Poetas improvisados, cabezas llenas de renglones.
Ya he dicho que
nosotros nunca fuimos de mirar las estrellas
en una noche tan bonita como ésta.
Y no es que no lo hayamos hecho,
pero es que yo no sé nada de astronomía.
Además no me gusta mirar tan arriba.
Fijate que nunca miro al sol hasta que no se rinde
y se pone más o menos a mi altura,
así, justo antes de morir el día...
Pero yo se que hay gente que no,
que mira al cielo en cada momento.
Yo no sé por qué, si es muy aburrido,
todo azul, bueno todo azul o todo negro.
Entiendo que la gente admire el arcoiris,
pero el cielo azul...o el negro...
A mi me gusta mirar al frente, o hacia atrás, o a los lados,
que es donde están todas las cosas de colores.
Sé que pensarás que ya estoy otra vez hablando de colores,
pero es que no lo puedo evitar,
se me enciende la bombilla de la infancia
y me pongo a recordar. Bueno y a soñar...
Hay alguien que dijo que los sueños son
los recuerdos de lo que nos gustaría haber vivido.
Nunca me decidí sobre si adorar o reírme de esa frase
No soy yo muy de utilizar citas ajenas
ni tampoco soy muy de mirar las estrellas
en una noche tan bonita como ésta.
Y no es que no lo haya hecho nunca
es que prefiero quedarme echando la siesta.
Es gracioso eso de las frases de los demás.
Es curioso cómo una frase ajena
puede significar tanto para ti
que incluso llegas a convencerte
de que tenías que haber sido tú
el que la hubiera dicho por primera vez.
Lo que me lleva sobre la marcha a pensar
que hay una gente que utiliza frases ajenas,
y otra que utiliza frases propias.
Y no estoy diciendo que no utilizar propias
sea deshonroso ni menos bonito, ni menos sincero
ni menos emotivo. Yo de hecho me incluiría más
en el grupo de los que utiliza frases ajenas
que en el de los que las crean propias.
Aunque, he de reconocer,
y aquí me contradigo una vez más,
que me encantaría cambiarme de grupo,
de chaqueta, de barco y de bandera,
que mi chulería es muy exigente conmigo mismo
(exigente también con los demás)
y me siento bastante humillado
cada vez que tomo lecciones de los mayúsculos
de los que no quiero ni nombrar alguno
porque nombrar cuatro o cinco sería
menospreciar a los demás, y nombrarlos a todos
abusar de tinta y de pedantería.
Pero el caso es que son muchos,
y yo así ando, a medio camino entre
la admiración y el odio. Pero supongo
que ellos lo prefieren así. Quiero decir
que si yo fuera uno de ellos, también me gustaría
que la gente me admirase y me odiase a la vez.
Claro que yo nunca fui de admirar nada.
Fíjate que ni si quiera
fui nunca muy de mirar las estrellas
en una noche tan bonita como ésta.
Y no es que no lo haya hecho nunca,
es sólo que prefiero mirar
lo que tengo más de cerca.