07 septiembre 2009

Papel pentagramado

Ahora mismo voy a probar a coger la pluma como si fuera una flauta, y si suena lo mismo consigo hacer que me mire este tipo otra vez.
¡Qué bien escribo sobre el papel pentagramado! Y escribiré las cosas que siempre quise que pasasen: que las nubes fueran por una vez las que moldearan al viento y no al revés, que los dolores agudos fueran síntoma de que nos va a tocar la lotería...
Pero me acabo de dar cuenta de que todo esto lo digo desde una cama dura, mal acolchada y recubierta de piel negra, y a mi lado hay un tío escribiendo en un cuaderno según salen sílabas de mis labios, como si tomase nota de lo que voy diciendo.
...que de las ramas de los árboles de las aceras naciesen bombillas y con eso bastase para iluminar la ciudad...
Y mientras sigo no dejo de pensar quién podrá ser ese tipo con gafas y perilla, que escribe muy seriamente todo lo que digo. Mi biógrafo no puede ser, porque soy demasiado joven y en toda mi vida no he salido de habitaciones como ésta. Un profesor tampoco puede ser, porque creo recordar que en las clases son ellos los que hablan y los alumnos los que toman nota; y que yo fuera el profesor y él el alumno tampoco me parece probable, ya que está solo, es mucho mayor que yo y además mi horizontalidad no parece una postura típica para impartir una clase.
…que las balas tuvieran forma de bumerán, para que el que disparase una le entrase al rato por el culo...
¡Ya se! Debe de ser mi secretario. Juraría que yo había pedido una chica joven y guapa, pero supongo que en estos tiempos que corren este tipo fue lo mejor que me pudieron conseguir. Lo que todavía no entiendo es por qué estoy tumbado en esta cama tan incómoda. Esto seguro que no lo he pedido yo. Y ahora que lo pienso tampoco reconozco esta habitación. Definitivamente algo no me encaja. En cuanto acabe esta enumeración de deseos, le preguntaré qué está pasando aquí.
...que el humo de los coches oliese a café tostado, y el de las fábricas a croissants recién hechos.
Y eso era lo último de mi lista. Parece que mi flauta no quiere escribir más. A partir de ahí sólo hace un ruido muy extraño. Igual que el bolígrafo del tipo sentado a mi lado, mi secretario, del que todavía no se su nombre.
- Doctor Retuerto -me dijo.- No está usted tan mal como me habían contado.


27 julio 2009

Siempre hay una primera vez para huir de un color

Antes de que se haga tarde, corre, corre hacia el verde, huye de este amarillo cantoso, que se mezcla e invade toda la habitación, estira la mano e incluso alcanza el pestillo, lo echa y así pretende que te duermas de una vez. Tú, que has visto los demás, desesperas. El rojo, por ejemplo. El rojo te dijo que no te metieras, que prestases atención a aquella palabra subrayada, y te dijo la nota de tu primer examen y de tu último examen. El azul te hizo algún otro regalo y te permitió coger un autobús. El naranja siempre estuvo al margen de tu vida, pero nunca le caíste mal, ni él a ti tampoco. Pero ahora tienes este amarillo. Este amarillo cantoso, que se mezcla e invade toda la habitación. Este amarillo soledad que para más inri te habla con pretéritos, como si todo hubiese sucedido ya. Como si el mundo hubiese terminado y no fuera a haber otro, como cuando acaba la peli en la última sesión del cine. Este amarillo cabrón, que chilla y se te pega al cuerpo y que no te deja respirar.

24 abril 2009

Una mañana cualquiera

Hubo una mañana en que no abrí los ojos. Quiero decir que No quise abrir los ojos. Esa mañana hacía frío y se oía mucho jaleo en la calle. Si yo fuese uno de mis profesores de síntesis poética, supongo que todo lo anterior lo resumiría con qüatro palabras: Algarabía alborotando al alba. Después de quedarme un rato sentado en la cama, descubrí que mis pestañas se podían abrir. Luego me tiré de rodillas al suelo para impresionarte con mi graciosa manera de gatear hasta el baño con la cabeza bien alzada para evitar las comprensibles náuseas. Por esa misma razon, evité responder qüando mientras me alejaba te escuché preguntar «¿estás bien?» con esa forma que tienes de no hablar qüando estás así como mediodormida.

Al poco rato me fui dando cuenta poco a poco de que el fin del mundo ya había pasado. Y de que el incidente del baño tampoco había sido para tanto. Yo sólo iba a escribirte un buenosdías de papel pero antes de llegar siquiera a alcanzar la pluma, escribí toda mi resaca en el suelo de porcelana del baño, y eso que yo domino la técnica de aguantar la náusea, porque odio devolver mis noches de juerga. Odio devolvérselas al suelo cabrón que me atrae y me impide nadar por el aire.

El caso es que tú, enterada de mi intención, resolviste jugártelo todo y le diste la vuelta al reloj que colgaba en la parte central de tu salón, de tu pensamiento, y me plantaste un beso en la boca de esos a los que tú les diste ese nombre tan tuyo que para pronunciarlo no basta con tus labios y utilizas también los míos.

Alguien llamó al timbre justo en el instante en el que tus piernas se enredaban con las mías.

– Por lo visto hay besos que matan, ¿no crees? –me dijiste inocentemente creyendo haber ganado otra batalla.

– Es gracioso que lo digas cubierta de sudor y casi sin respiración –te respondí–. Por no recordarte que te acabas de salvar por la campana.

13 enero 2009

descaro de un donjuan cualquiera

Histórica la mesa puesta
y la cena, mira tú esta
mira qué pena
Y para rematar esta noche
de poco decoro,
horterísimo broche de oro,
una frase hecha, un deje,
un 'te añoro'
Chúpate esa, y se queda
tan pancha, la tipeja,
y ahora cómo se lo digo, ah,
no, que no voy a decirle nada
Que yo tengo mucho más morro
y no voy a dejarla embarazada
Sólo quiero cenarme la cena,
acostarme con ella,
dejarla enamorada.

The road not taken

Two roads divereged in a wood, and I-

I took the one less traveled by,

And that has made all the difference.”

Te veo a lo lejos en el camino que nunca escojo, en el puente que no me atrevo a cruzar. No fue tan malo, después de todo, andar por el camino ya asfaltado. Y qué si sólo conduce a donde otros ya han estado. También han coronado el Himalaya unos cuantos, y eso no les hace a los demás renunciarlo. Después de unos cuantos días soleados, por fin vuelvo, palillo en mano, a pinchar las nubes de algodón de feria, Y te las ofrezco, metereológico ramo, como si de repente me hubiera convertido en guionista de tu serie favorita, y tuviera en mis manos el poder de hacerte sonreír, así como si estuvieras enamorada de mí. Un febrero por la mañana, o un agosto por la tarde.. cualquier junio de madrugada, me arranco y decido mirarte a la cara.