03 octubre 2008

Peticiones de auxilio por correo: I

Muy ilustres y señores inventores:

Me resulta un poco violento dirigirme a ustedes con esta mezcla de consternación y de ruego desesperado, pero mucho me temo que ahora mismo son ustedes mi única salvación.

Yo soy un afectado de los tiempos que corren. No me refiero a la economía, que de eso ya se quejan y ocupan otras personas. No. Yo me refiero a nuestro tiempo, nuestra época. Sí, porque, al margen de que yo desearía haber nacido al menos uno o dos siglos más tarde, el hecho es que en nuestro tiempo no existen las máquinas de teletransporte. Y, debido a mis circunstancias, ese es un hecho que, por decirlo de un modo suave, está mermando mi calidad de vida enormemente, por no decirlo claramente, que me está tocando mucho los cojones.

Por culpa de vivir en este puto siglo de coches, trenes, aviones y otros estúpidos e inútiles soluciones de transporte, duermo sólo noche tras noche, cuando podría perfectamente estar haciéndolo con la persona con la que sin embargo me tengo que conformar con soñar.

Podría hacerlo, digo, si ustedes dejasen de perder el tiempo dedicando sus esfuerzos a mejorar los medios de transporte ya conocidos y se pusieran de inmediato a trabajar en ese gran y necesario avance que será el teletransporte.

Yo soy, como decía, un afectado del siglo XX, y del XXI, pero de eso a nadie puedo echar la culpa. Ni yo ni si quiera mis padres tienen la culpa de que yo haya nacido cuando he nacido. Pero ustedes sí que pueden hacer algo. Pueden y deben. En sus manos está nada más y nada menos que la felicidad de millones y millones de personas que, imagino, se encuentran en una situación parecida a la mía.

Se lo pido por favor. Igual que ella me lo pidió a mí. Pero yo sólo no puedo. Y no hay nada en el mundo que odie más que no poder hacerla feliz.

Muy atentamente,

Un afectado

01 octubre 2008

Yo nunca fui muy de mirar las estrellas

Yo nunca fui muy de mirar las estrellas
en una noche tan bonita como ésta.
No es que no lo haya hecho
pero no las considero tan bonitas.

Tampoco mi romanticismo me dicta lunas,
playas, velas, balcones o tranvías,
(yo siempre fui mas de novelas de caballerías)
ni mañanas en el parque, ni domingos en el cine,
ni canciones en los bares. El caso es que me gusta
cuando me dibujas las rayas de los sombreros.
Y cuando intentas chincharme porque mi equipo palma 3 a 0,
o te ríes de mis sobrenaturales dotes para eso del bricolaje,
y a veces alucinas cuando no me como un bocadillo entero.

Y me encanta cuando me haces sentirme marinero.
Porque yo pienso que hay mujeres
que hacen sentir profesiones a los hombres.
Y hay mujeres que sólo están para cobrar el paro.
Digo yo que habrá algún hombre que se sienta marinero como yo,
aunque todavía no me lo he encontrado en ningún barco.
Habrá otros, sí, y habrá también banqueros, médicos,
bomberos y pintores, y no voy a nombrar todas las profesiones,
pero estoy convencido de que habrá al menos uno por cada una.
Poetas improvisados, cabezas llenas de renglones.

Ya he dicho que
nosotros nunca fuimos de mirar las estrellas
en una noche tan bonita como ésta.
Y no es que no lo hayamos hecho,
pero es que yo no sé nada de astronomía.

Además no me gusta mirar tan arriba.
Fijate que nunca miro al sol hasta que no se rinde
y se pone más o menos a mi altura,
así, justo antes de morir el día...
Pero yo se que hay gente que no,
que mira al cielo en cada momento.
Yo no sé por qué, si es muy aburrido,
todo azul, bueno todo azul o todo negro.
Entiendo que la gente admire el arcoiris,
pero el cielo azul...o el negro...
A mi me gusta mirar al frente, o hacia atrás, o a los lados,
que es donde están todas las cosas de colores.
Sé que pensarás que ya estoy otra vez hablando de colores,
pero es que no lo puedo evitar,
se me enciende la bombilla de la infancia
y me pongo a recordar. Bueno y a soñar...
Hay alguien que dijo que los sueños son
los recuerdos de lo que nos gustaría haber vivido.
Nunca me decidí sobre si adorar o reírme de esa frase

No soy yo muy de utilizar citas ajenas
ni tampoco soy muy de mirar las estrellas
en una noche tan bonita como ésta.
Y no es que no lo haya hecho nunca
es que prefiero quedarme echando la siesta.

Es gracioso eso de las frases de los demás.
Es curioso cómo una frase ajena
puede significar tanto para ti
que incluso llegas a convencerte
de que tenías que haber sido tú
el que la hubiera dicho por primera vez.
Lo que me lleva sobre la marcha a pensar
que hay una gente que utiliza frases ajenas,
y otra que utiliza frases propias.
Y no estoy diciendo que no utilizar propias
sea deshonroso ni menos bonito, ni menos sincero
ni menos emotivo. Yo de hecho me incluiría más
en el grupo de los que utiliza frases ajenas
que en el de los que las crean propias.

Aunque, he de reconocer,
y aquí me contradigo una vez más,
que me encantaría cambiarme de grupo,
de chaqueta, de barco y de bandera,
que mi chulería es muy exigente conmigo mismo
(exigente también con los demás)
y me siento bastante humillado
cada vez que tomo lecciones de los mayúsculos
de los que no quiero ni nombrar alguno
porque nombrar cuatro o cinco sería
menospreciar a los demás, y nombrarlos a todos
abusar de tinta y de pedantería.

Pero el caso es que son muchos,
y yo así ando, a medio camino entre
la admiración y el odio. Pero supongo
que ellos lo prefieren así. Quiero decir
que si yo fuera uno de ellos, también me gustaría
que la gente me admirase y me odiase a la vez.

Claro que yo nunca fui de admirar nada.
Fíjate que ni si quiera
fui nunca muy de mirar las estrellas
en una noche tan bonita como ésta.
Y no es que no lo haya hecho nunca,
es sólo que prefiero mirar
lo que tengo más de cerca.

30 septiembre 2008

Mi renūncia al ajedrēz

Aiēr lo hicīste.
aiēr conseguīste arrancārme ūna sonrīsa
aiēr me volvīste a tendēr la māno
para que yō la cogiēra.

Aiēr me hicīste llorār -odiārte.

pero aiēr destorcīste lo torcīdo,
sonreīste frente a tu prōpio espējo,
i aunque el cabrōn nō te devolviō el gēsto
yō saquē la mejōr de mis mentīras.

Aiēr me hicīste reīr -querērte.

i aiēr me propusīste ūn trāto, 
que yō por supuēsto aceptē
i despuēs de tu jāque māte
aquī vā mi renūncia al ajedrēz.

Aiēr me hicīste gritār -buscārte.

Querīas escribīrme una novēla
i yo querīa leērla del revēs
aiēr te quīse tōda, todīta, para mī, entēra 
i tū aiēr... 

Aiēr te dejāste querēr.

20 febrero 2008

Tambiēn los parāgüas puēden sēr incinerādos

El viēnto me sōpla sonrīsas, i por fīn las tormēntas sōn divertīdas. Debājo de la almoāda, ūna cajīta de metāl –por supuēsto ilīcitamente exhumāda. En esta vida me dedīco profesionālmēnte alas tonterīas, en la prōxima serē por fīn el dictadōr que consīga echār tōdos los dōgmas a los hōrnos crematōrios. Tōdos sin exepciōn.
I los demās, qüando vēan el espectāculo, dirān que ēios tambiēn pensāron en hacērlo. I dirān que estuviēron a pūnto de tocārlo. Dirān que sāben a lo que nos referīmos. Dirān que crēn que estuviēron allī. I dirān que viēron lo mīsmo que nosōtros. Como en aquēia pelīcula de Bette Davis, o como en aquēia ōbra de teātro. Tū i yō sentādos en el suēlo, i tōdos conocīan el argumēnto. I al fināl fuīmos tū i yō los ūnicos que nos pusīmos en piē, i aplaudīmos, i aplaudīmos, i salīmos de allī, con nuestros parāgüas de colōres, riēndonos de sus parāguas rōjos.

06 enero 2008

Confesiōnes deūn cobārde: I

Me rīo de la tranquilidād
con la que te hāblo qüando
hāblo contīgo sinque tū estēs.

Nō me sūdan las mānos,
nō tartamudēo, i dīgo
exāctamēnte lo que quiēro decīr.
Lo que tēngo que decīr.

Ēs ūna pēna que siēmpre que hāblo contīgo estēs tū delānte.
Tōdo serīa mūcho mās fācil si nō estuviēras aī.